El joven Bernardo O'Higgins, tan valiente y tan sereno, llega al pueblo de Rancagua como soldado chileno. A la carga mis valientes a defender con honor la tierra donde nacimos y el glorioso pabellón. Sitiados por todos lados en esa pieza tan bella el humo de los cañones reteñía las estrellas. Quedaron todos sitiados en la plaza de Rancagua. La muerte tiñó la estrella, la sangre manchó las aguas. El joven Bernardo O'Higgins en su caballo alazán cruzando entre sangre y fuego se fue a un monte a llorar.