Cuando tomaron el pan tus manos de hombre, Cristo, mirando al cielo dijiste: ésta es la prueba que existo. A tus discípulos diste el pan de vida sagrado, a cada uno su parte le repartiste en pedazos. Tal vez en jarro de greda echaste tu sangre un día, la repartiste al pueblo, mataste la sed que había. Y en vino rojo tu sangre se convirtió aquella vez, si no te importa perderla a la tierra ha de volver.