Agónicos gritos de dolor reclaman el primigenio derecho a la vida Del que millones de anónimos verdugos se autoproclaman poseedores El más atroz de los genocidios tiene lugar cada día Entre frías paredes de metal donde cada gota de vida es arrancada sistemáticamente a golpe de cuchillo Los inocentes reclaman una existencia negada bajo bramidos ensordecedores Mientras ven como la sangre de sus hermanos inunda un suelo empapado en miseria La desoladora realidad que negáis aceptar es la carne que no renunciáis consumir