Maquillaje a granel usaba a diario y vendia la piel a precio caro, de las ocho a las diez en una esquina, era joven y piel, era rosa y espina. Se llamaba ... no sé ... nunca lo supe, nunca le pregunté, nunca dispuse de su tiempo y su piel, era un mocoso y tan solo le miré de pozo en pozo. Y era un pajarillo de blancas alas, de balcón en balcón, de plaza en plaza, vendedora de amor, ofrecedora para el mejor postor de su tonada. Cinco inviernos pasaron, y ahi seguía, la misma hora de ayer, la misma esquina, era joven y piel, y aún tenía la rosa de su piel, y más grande la espina. Y sonreia al pasar de los mirones, bajo de aquel farol, noche tras noche; veinte veces se la llevaron presa y cantó su canción tras de las rejas. Y era un pajarillo de blancas alas, de balcón en balcón, de plaza en plaza, vendedora de amor, ofrecedora para el mejor postor de su tonada. Se le arrugó la piel, y el maquillaje suficiente no fue para taparle la huella que dejó el sexto invierno, se le acabó el color, y hasta el aliento. Y de las ocho a las diez, solo en la esquina, se quedo aquel farol y aquella espina; la rosa no sé yo, donde se iría, se llamaba ... ¡no sé! ... y sonreía Y era un pajarillo de blancas alas, de balcón en balcón, de plaza en plaza, vendedora de amor, ofrecedora para el mejor postor de su tonada.