Seguiré conduciendo mi pequeño navío, en el que caben todos los amores tan míos. Los amores tan míos, ausentes y palpables, lo que crece tan lejos no me hiele ni amargue. No me hiele ni amargue que no tengo otra vida, sólo esta pasajera, errante, dividida. Así tan divida, las aguas imposibles por el mar del destierro hasta el río apacible. Y a ese río apacible acerco mi navío hasta abrazar la tierra y besar el rocío.