En las olas inmensas de embravecido mar Que asaltan de mi alma la pobre embarcación De rodillas a Cristo clamé y el huracán Deshecho fue al instante a la voz de Dios Es Cristo la roca, el ancla de mi fe Los males, lamentos y ayes de temor Terminan por siempre, con mi supremo Rey Es Jesucristo mi refugio Me guarda de peligros, de pruebas, de dolor Él manda que los vientos no agiten tempestad Los mares se detienen, la ola reposó Y en Cristo fijo el ancla, confiando más Mi dulce Salvador Sí, mi hermoso amigo y Dios Que libra de tristeza y aleja amarga hiel Por fe yo iré al cielo, mansión del ser amor La fuente inagotable de dicha y bien