En el seno de mi alma, una dulce quietud Se difunde embargando mi ser Una calma infinita que solo podrán Los amados de Dios comprender Paz, paz cuan dulce paz Es aquella que el Padre me da Yo le ruego que inunde por siempre mi ser Con sus ondas de amor celestial ¡Qué tesoro yo tengo en la paz que me dio! Y en el fondo del alma ha de estar Tan segura que nadie quitarla podrá Mientras miro los años pasar Esta paz inefable consuelo me da Descansando tan solo en Jesús Y ningún peligro mi vida tendrá Si me siento inundado en Su Luz Sin cesar yo medito en aquella ciudad Do al Autor de la paz he de ver Y en que el himno más dulce que allí he de cantar Al estar con Jesús ha de ser Alma triste que en rudo conflicto te ves Sola y débil tu senda al seguir Haz de Cristo el amigo, que fiel siempre es Y Su paz, tú podrás recibir